Ayer a las 2.30 de la tarde, caminando por la avenida Colmena y casi llegando a la manifestación nacional en la que participaron diferentes organizaciones por los reclamos de los pueblos amazónicos, me encuentro con un amigo reportero gráfico, quien me dice, "me han dicho que la policía tiene orden de reprimir".
Ya había miles de personas colmando la avenida Nicolás de Piérola hasta la Plaza Dos de Mayo y en algún momento podría darse un choque con la Policía, tomando en cuenta que la ministra del Interior, Mechita Cabanillas había dicho en la víspera que "no hay ninguna justificación" para la protesta.
Una hora antes, había visto que la Plaza Mayor estaba cercada por rejas y sendos policías. Solo dejaban entrar a los gringos con cara de confundidos, cantimploras y chalecos de safari, dispuestos a adentrarse en la selva de Lima. Supuse que el lío se desencadenaría cuando los manifestantes trataran de dirigirse a Palacio de Gobierno.
Con lo sensible que está Alan García con sus teorías de conspiración bolivariano-mapochas (apanado al Perú que progresa) y sobre las pretensiones golpistas de los amazónicos, era de imaginar que no dejaría a tanto conspirador ignorante -y peor aun si se trata de viciosos selvícolas, bebedores de chuchuwasi- acercarse a sus predios.
Mientras la marcha se desarrollaba pacíficamente, la Juventud Aprista Peruana (JAP) de la Universidad Federico Villarreal empezó a azuzar a los demás, tratando de inducir la violencia. No solo fueron consignas, sino también algunas pedradas. Cuando buscaban incitar la trifulca, se acercó una señora de la Asociación Pro-Derechos Humanos (Aprodeh) y les tomó una foto para que quede registrado como el Apra salvará al Perú.
Ni bien los manifestantes llegaron a la altura del Ministerio Público, quinta cuadra de la avenida Abancay, se encontraron desconcertados. Quedaban algunos cuantos carretilleros vendiendo habas hervidas y otros ofreciendo gaseosas y agua. No había rastro de los clásicos cebiches de a sol.
En el techo de la Fiscalía había un par de personas conversando, aguaitando. En la avenida, entre la gente había desinformación. Un fiscal había notificado que no estaba permitido continuar hacia la plaza Bolívar y protestar frente al Congreso.
En ese momento comenzó el enfrentamiento entre estudiantes y policías. Las bombas lacrimógenas se lanzaron. Hubo pedradas, palazos, molotovs. Algunos manifestantes en vestimenta circense y en zancos se alejaban entre la nube tóxica, la gente desconcertada corría cubriéndose la boca y la nariz, alguno que otro se atragantaba y le tosía al piso mientras la tombería afincaba su cerco contra la gente; corriendo, protegiéndose, disparando.
La orden solo pudo venir de Cabanillas, quien fue expulsada del partido aprista por el mismísimo Víctor Raúl. No en vano hasta ha venido a ser tildada de desalmada por algunos de sus compañeros de la estrella. "Detrás de esa cara de mosquita muerta hay una persona sin alma", compañerito dixit.
Pero cumplió su cometido. Alan García y sus huestes deben de estar bastante satisfechos con los resultados de la jornada de ayer: manifestantes dispersos que nunca llegaron a concretar el mitin de la presidenta de Aidesep, Daysi Zapata. Desorden a granel.
Las consignas callejeras -"hay oro, hay cobre, y el pueblo sigue pobre"... "Por culpa de García, han muerto policías" "¡Asesino! ¡Asesino!"- para Papá Alan deben sonar como ladridos de los perros del hortelano, sin darse cuenta que él mismo podría encarnar una versión conchuda y palatina del can: come y no deja comer.
medio sesgado el asunto, dónde quedaron los amigos nacionalistas en la ecuación? dónde el ronsoquito de Pizango? Que contentos y riotones azuzaron a la gente aprovechándose de la inutilidad del gobierno. Toda la música del mundo (la amazónica incluida) no proviene de los cinco pedos indigestos del gordito morfón.
ResponderEliminarEn este país, todo anda de medio la'o.
ResponderEliminarCon sus idas y venidas, el gobierno terminó regalándole a los nacionalistas un amplísimo espacio político inmerecido y polarizó la discusión de manera absurda.
A un cierto punto, para el gobierno el simple hecho de apoyar la protesta amazónica fue equivalente a avalar la conspiración velada de ese pitecanthropus erectus venezolano que más bien debería estar en "una jaula con columpio y barra para que haga sus maromas en pelota" (como lo diría el otro Vallejo).
Mientras tanto, Pizango goza de una de las formas más sudamericanas de hacer turismo por el mundo: ser declarado asilado político.
Esta semana, Alan le bajó el tono a su discurso civilizatorio y Simon decidió pasearse chocho con sus nuevos amigos, los amazónicos, por la PCM...
De la indigestión a la flatulencia, se han tomado su pankreoflat político y están terminando por digerirse el lío.