“Pasen,
pasen asesinos”, dijo uno de los manifestantes antitaurinos mientras nos
acercábamos a la plaza de Acho. Había tres tipos semidesnudos contra rejas
recubiertos por tinte rojo en torso y piernas. “Y, ¿esos se han echado Kola
Real encima?”, comentó una persona desde la larga fila de ingreso.
Se
vendían cojines acolchados y viseras de cartón a un sol; cerveza en proceso de
calentamiento global y los puchos más caros del comercio ambulante limeño.
Desde el megáfono, las arengas contra la crueldad. Abogaban por la fortaleza
espiritual. Puritanismo del siglo XXI. Una cruzada inútil contra la barbarie.
Oh, the horror! The horror! Está
en todos lados, causa.
La
tarde comenzó con “Gavillero”, toro colombiano de 492 kilos. En la fecha del 11
de noviembre no hubo gran ganado. El primer torero, el español Javier Castaño,
tampoco fue recibido con gran emoción. Entre tanto, una chela helada para
amenizar bajo el sol. Cuando trataron de picar a “Gavillero”, este tumbó al
caballo y lo dejó dando de patadas al aire.
—Te diste cuenta que no relinchó, ¿no?— me
señaló mi pata, gran mentalista y doctor en ciencias ocultas.
—Verdad…
—Dicen que les cortan las cuerdas vocales.
-¿Anda?
-Por lo menos así dice el mito urbano.
Al
final de la primera corrida todavía se escuchaban las arengas antitauromáquicas
—“a-se-si-nos, a-se-si-nos”— a la distancia. Dos caballos arrastraron al toro
muerto por la arena. Matracas y pifias. “Le faltó casta” dijo uno.
Arriba,
sobrevolaban los gallinazos típicos de Lima, los mismos que circulan encima de
Palacio de Gobierno al otro lado del río. El barullo de la pequeña manifestación de afuera en algún momento se
detuvo, pero no sabría decir cuándo. Por un momento pensé que la había
bloqueado mentalmente, aunque a la salida me di cuenta que ya no estaban allí. Igual,
dentro de Acho se vivía entre aplausos y “ole, ole, ole”.
La
segunda corrida: el torero Iván Fandiño de España y “Artillero”, colombiano,
517 kilos. El público se rio del primer banderillero porque a poca distancia
del toro tiró las banderillas al aire y se fue corriendo. Yo haría lo mismo si
vendría hacia mí un animal de más de media tonelada.
Fandiño
estaba con las clásicas medias rosadas y traje verde apretadito, bordado dorado;
arqueando histriónico la espalda y moviendo los hombros como Carmen Miranda. Dicen
que el toro representaría la masculinidad y el torero, el lado femenino: los
dos enfrascados en una danza. “Aun así, este epítome de lo macho le encantaría
a mis patas gays”, pensé.
Horas
después supe que un amigo se había ido con una pequeña comitiva gay en busca de
Fandiño hasta el hotel donde se alojaba. El objetivo de uno era pintarlo. Hablé
con él mientras hacía guardia, “¿Vas a pintarlo en lienzo o a él mismo, sobre
cuerpo calato?”.
En
la plaza, Fandiño se llevó a la multitud en aplausos y “ole, ole, ole”, con
banda y todo. Daba pasos sigilosos hacia el toro, se ponía la mano al pecho y
después la proyectaba al aire. “Parece una pintura”, dijo uno detrás de mí. Se
acercó, poco a poco, hasta que el toro corrió directo a la muleta: “ole-ole-ole-ole”.
De molinete en molinete, una pausa, y Fandiño se arrodilló frente al toro.
Aplausos.
Paró
la música. “Allí va”. La espada detrás de la muleta. Toreo misceláneo mientras
Fandiño trataba de citar al toro una-dos veces hasta que le clavó la espada.
“Está bien señalada, pero un poco muy al centro”, dice uno de los concurrentes.
“Muy adelante, muy atrás, están ustedes cojudos… ¡Los quiero ver allí!”,
responde otro desde más adelante.
Con
el toro partido, Fandiño sacó la espada clavada con otra en un solo movimiento.
“La estocada no fue perfecta”. El clarín. El torero acercó la espada hacia el
hocico de “Artillero”. El animal dio unos cuantos pasos furibundos y se echó.
El puntillero lo clavó con un pequeño puñal y el toro se volteó. Chau.
Fernando
Roca Rey no pudo torear el año pasado porque participó en “El Gran Show”. Allí
bailó y, de paso, le dio palmaditas en las nalgas a Gisela Valcárcel. De la
plaza a Chollywood como por un tubo. De Chollywood a la plaza, estuvieron en
Acho el domingo pasado Magaly Medina y su galán, el notario público.
Todavía
no había salido del chip Trome o Tromercio [el primer diario es mejor que
el segundo] y a Fernandito lo cornea el toro y le rasga la ingle. Otros dirían
que fueron los huevos, pero esto no suena tan elegante. Le salió una especie de
gran pañuelo blanco de la entrepierna. “Allí se le escapó la prótesis”. En la
revista Cosas había salido con
tremendo bulto. “Era una media, entonces”.
En
la segunda corrida de Castaño le gritan desde la tribuna, lado sol, “¡Eres un
buen relleno!”. Desde sombra le responde otro, “¡Cállate, oe!”. Atrás mío dice
uno, “Sí es buen relleno pero le está sacando ventaja al bicho”. Sonó un pito.
“¡Que baje el del pito!”, le exigen. Sigue el pito y Castaño está a punto de
estocar al animal. “¡Ignorante, cállate!” El torero lo clava. Banda. Sale el
toro, salen a rastrillar la arena.
El
segundo round de Fandiño al clavar a
“Zarcillero”: “Muy bien señalado… la estocada siempre tiene que ir por la
izquierda y un poco hacia abajo”. Aunque también se dijo, “No había toro, le
tuvo que sacar la gracia”. El torero se llevó una oreja, la cual estrujó en
medio de un bouquet de flores, claveles rojos que iba recogiendo al vuelo mientras
daba la vuelta a la arena. Aplausos acompasados a la marinera tocada por la
banda.
Por
último, a Fernandito lo volvieron a machetear. Hubo cierto intento de
reivindicar al país a través de él [“vamos Perú, carajo”], pero fue inútil
[como todo intento reivindicativo de la nacionalidad]. “Al toro lo cita y
embiste, pero pone mal la muleta. Que se dedique al baile o al modelaje”, dijo
uno. Un sector de la plaza comenzó a corear, “Toroooo-toroooo-toroooo…
toroooo”. Un espectador de atrás sentencia: “Está acá porque es Roca Rey. El
‘Morenito de Canta’ torea mejor”.
A
la salida, el olor a anticucho y chorizo. La gente se aglomera para ver pasar y
tocar a los toreros.
—Yo quería ver al del parche— dijo mi pata,
quien está esperando el Apocalipsis now.
—Padilla… ese está en otra fecha.
—Oye, ¿sabes qué le dice un jalón a otro?
-No.
-A ti te dicen Isabel Pantoja…
-¿Por qué?
-Porque no puedes
vivir sin tu “paquirri”.