martes, 31 de mayo de 2011

"A Palacio llega cualquiera"

 POLÍTICA & PRENSA MANDRIL

"A Palacio llega cualquiera": Así lo dijo Víctor Raúl Haya de la Torre hace casi 80 años en Trujillo, al reconocer el triunfo de Sánchez Cerro en las elecciones de 1931. Fue un 8 de diciembre "en el crisol de una realidad dolorosa".

* * * 

El Perú no es que se haya jodido en algún momento de su historia. Y en vano se ha buscado una respuesta a cuándo se jodió el Perú, cuando te jodiste tú, Zavalita. Gente que ha buscado por las calles y en los libros la causa de la pústula peruana, divagando por burdeles y casinos, mambo, cha-cha-cha y guagancó. 

Varguitas se esmeró en responder a través de Conversación en la Catedral, retratando las miserias de la dictadura y el glamour de una época de cachascán y Anakaona contoneándose en bikini. 

Otros, ahondaron en los orígenes de la República, de la Colonia, el Tahuantinsuyo, o hasta en el conflicto por el agua entre la gente que vivía en las alturas y la de los llanos. Son todos puntos de quiebre que no desentrañan una génesis exacta de toda nuestra pobredumbre y estupidez.

La elección entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala este 5 de junio tampoco será un voto a favor de la perdición o la salvación del Perú. No hay redentor/a. Nadie vendrá a salvarnos. Estamos entre dos opciones autoritarias. No hay mal menor.

Pero resulta inútil tratar de entender cuándo nos jodimos. Más bien, cabe preguntarse por qué el Perú se jode constantemente. & es que sucede una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Otra vez, una y otra. Lo mismo. 

Nunca en nuestra historia republicana hemos tenido más de dos regímenes democráticos consecutivos. Cuando comienza el tercero, ¡PLAF! Cae la dictadura; con toda su gravedad. Es una recurrencia absurda y, sin embargo, ineludible. Quizá por ello resulta más imbécil aun.

Y, ahora, subirá a Palacio cualquiera. Una vez más.
Volviendo a 1931... Al igual que la campaña actual, el Perú se polarizó. Las personas se agredían en las calles y en los mítines políticos había pedradas y huevos (& ese solo fue el inicio de una etapa de mayor violencia política).
Hoy, al igual que entonces, los grandes grupos periodísticos se alinearon con Luis M. (de Miguel, o "Mochito" porque le faltaban un par de dedos) Sánchez Cerro, "el miembro viril del Ejército Peruano" ("el Mocho" dixit).

Nuestro único premio Nóbel, Mario Vargas Llosa, se alejó hoy, 31 de mayo dosmilonce, de forma definitiva del grupo El Comercio ya que este diario y sus apéndices en vez de informar de manera mínimamente balanceada se han dedicado a la propaganda política pro-Keiko. Es parte del comando-culo-mandril del fujimorismo.
 
Sin embargo, este viraje propagandístico es habitual. El Comercio ha estado con casi todas las dictaduras con las que ha podido alinearse. Estuvo con Leguía (1919-1930) y cuando le hicieron golpe de estado, se alineó -súbito- con la junta militar presidida por Sánchez Cerro.

Después, durante la campaña presidencial de 1931 se encargó de demoler a la Alianza Popular Revolucionaria Americana, así como acallar mientras el régimen de Sánchez Cerro (diciembre de 1931-abril de 1933) destrozaba a la prensa independiente.

El Comercio avaló que el Congreso ilegalmente eligiera al general Benavides presidente y no denunció el fraude en las elecciones presidenciales de 1936, las cuales las ganó Eguiguren y no el mariscalísimo Óscar R.

La presidencia siguiente, la de Manuel Prado (1939-1945), fue un breve regreso a la belle epoque de la República Aristocrática, en la que el jefe de estado se apersonaba bien al frac y sombrero de copa alta. Le siguió Bustamante y Rivero, pero el pobre solo duró 3 años.

En 1948, Odría lo sacó del poder. Mientras Martín Adán ironizaba diciendo, "Por fin, el Perú ha vuelto a la normalidad", El Comercio celebraba el ascenso de la nueva dictadura. Así lo dijo el 30 de octubre de ese año:

"La revolución iniciada el 27 de este mes en Arequipa por el general Odría ha triunfado en toda la república en la mejor forma para el Perú porque no ha habido derramamiento de sangre y porque al ejército no se le ha dividido, evitándose así la guerra civil".

Haciendo fast forward, cuando se comenzó a protestar contra la dictadura de Fujimori allá por 1996 El Comercio no se dio por aludido. Incluso, hasta mayo-junio del 2000, cuando el movimiento se había hecho más contundente, el diario apenas publicaba los encontrones entre los manifestantes y la policía. 

Su eslogan, "Independencia y veracidad" solo se aplicó al Canal N, que sí se encargó de difundir las protestas. Entonces, recién allí, el diario le siguió por default. Cuando cayeron Fujimori y Montesinos, El Comercio se presentó durante el siguiente decenio como el gran impulsor de la democracia en el Perú. 

Pero, una vez más ha demostrado ser todo lo contrario. En los últimos meses se han ido 5 redactores de Perú.21, todos periodistas de trayectoria que no quisieron someterse a la línea editorial pro-fujimorista del Grupo El Comercio. 

El director de Perú.21, Fritz Dubois, trató de minimizarlos, amoldarlos. Les dijo que ya no podían firmar más notas y que suficiente favor les había hecho dándoles vitrina en su diario. Es decir, que gracias a su tabloide estos redactores se habían hecho famosos. Nada tan incierto.

Son sabidos también los casos de los productores de Canal N que fueron despedidos y el frente mediático que se ha creado para favorecer a Keiko F. Allí están los canales 2, 4, 7 & 9. Y aparte de los diarios de el Grupo El Comercio, están los de la Empresa Periodística Nacional (Correo, Ajá y Ojo), así como Expreso, La Razón y otros periodicuchos y showmen de mala entraña (dígase, Bayly). 

Bajo el pretexto de defender la institucionalidad del país, se está destruyendo la libertad de expresión y la independencia de los poderes, como sucede con el Tribunal Constitucional, ente corrompido por el aprofujimorismo para favorecer a don Alberto Fujimori y a los mafiusi de los años noventa.   
& otra vez, está fracasando la voluntad democrática. De nuevo, El Comercio representa el filón más autoritario del Perú. Aunque todas estas cosas podrían ser cojudeces, como los derechos humanos lo son para el cardenal Cipriani.